LA SEMANA DE LA COMIDA CELESTIAL EN CARTAGENA

El oratorio está en el segundo piso de la casa, una amplia escalera conduce a él. Las baldosas de Pompeya han sido testigo de muchos pasos. Hay abundancia de madera, mimbre, vegetación tropical e iluminación cálida, todo privilegia la tranquilidad.

La virgen está sobre un pedestal, fue traída desde el Brasil y, según las indicaciones de arquitectos y diseñadores, data de 1600. “Igual el valor para nosotros es la fe y lo que nos representa en este oratorio”.

En los días santos, el calor es mayor en Cartagena y parece que se cumple la proyección de tener más de 147.000 visitantes que además de la ciudad podrán reconocer una tradición con la fe, el dulce.

“Muchas recetas son de dulces, como si este sabor se identificara con los mejores sentimientos espirituales y permitiera acercarse a lo divino. La bondad es dulce, por eso están los de las monjas para las fiestas religiosas más importantes; recetas antiguas que se han transmitido las hermanas y los frailes cocineros, elaboradas como solo ellos, que saben de espiritualidad, trabajo y bondad, pueden hacerlo.

Recetas para santos que son universalmente reconocidos por sus obras con niños, pobres o ancianos, o por haber realizado algún milagro” dice en uno de sus apartes el libro la Cocina del cielo de Carmela Miceli.

Dice la autora que la comida celestial es la más sencilla de los monasterios, preparada con pocos ingredientes, mucha imaginación y más amor, nutritivo tanto para el cuerpo como para el alma.

En estos días de santidad en Cartagena, un restaurante y dos hoteles son muy visitados. El primero es un sitio colmado de mesas y comida tradicional, el Restaurante Espíritu Santo. Solo abre cuatro horas y media, y por su fe, el único día que estará cerrado, es este Viernes Santo.

Privado Boutique Rooms, es pionero en el país en la modalidad de self-service o autoservicio. No hay ruido y la paz que se transmite está acompañada de un oratorio con una virgen traída de Brasil con una tradición de más de 600 años. Lo privado camina en esa casa de la colonia del centro de Cartagena, conservando la memoria de la época en sus materiales, como sus arcos coloniales, ratán, baldosas de Pompeya, piedra coralina.

Y la procesión periodística termina en un hotel que antes fue un convento de clarisas, con refectorio, abadesas y una ventana fisgona. Cuenta la historia que en 1621 gracias a una donación estuvo listo el claustro. Hoy es el hotel Sofitel Legend Santa Clara con su Coro y un restaurante donde por esas épocas almorzaban las novicias.

“Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar

Restaurante Espíritu Santo, está abierto de domingo a domingo desde las once de la mañana hasta las tres y media de la tarde. “Atendemos turistas, no solo nacionales, extranjeros y, por supuesto, los cartageneros. Una de nuestras filosofías de negocio, además del servicio, es entregar porciones de comida basadas en el volumen y buenos precios”, le dice a El Espectador Hernán Jiménez, gerente del grupo empresarial Rojas Jiménez SAS, que maneja dos sedes de Espíritu Santo en Cartagena, y otros tres negocios en Bogotá.

Es medio día y las mesas están completamente alineadas, piden diferentes platos, una entrada de sopera y el plato fuerte que decide el comensal con que lo va a acompañar.

Se observa cómo las jefes de cocina, reciben los pedidos, los organizan y los dejan en el plato. “Tenemos unas jefes de cocina increíbles , señoras que llevan años aprendiendo con sus abuelas y que han cocinado toda su vida” dice Hernán y me cuenta de la carta que tiene platos generales y otros dependiendo del día, cocinados a través de muchas generaciones.

“Platos de una gastronomía muy caribeña, la posta cartagenera, filetes de pescado, mojarras, robalos, cazuela de marisco, sancochos de pescado pero también una bandeja paisa, una carne en bistec. Para mí, digamos que soy del interior un descubrimiento increíble y uno de nuestros mejores platos, a mi modo de ver, es el mote de queso, lo preparamos de una forma bastante especial”.

La palabra Espíritu viene del hebreo “ruah” que significa aire en movimiento, aliento y viento. Los empleados del restaurante caminan muy rápido y en el momento de ir a pagar, una figura de la virgen custodia el establecimiento. Es un símbolo de la familia que es muy creyente.

“La familia no estaba muy convencidos con que Espíritu Santo fuera un gran nombre para un restaurante. En Bogotá en alguna ocasión tuvimos un restaurante que se llamaba la Divina Providencia. Cuando estábamos ya en construcción de este espacio nuevo en Cartagena y por estar en el centro histórico, es una casa colonial con mucha historia y rodeada de iglesias, se me ocurrió el nombre de Espíritu Santo, pues reunía un poco no solamente nuestra historia familiar con creencias fuertes religiosas sumado al sitio donde se desarrollaba el proyecto”.

Ya son catorce años de comida y de fe. Abren todos los días, menos el Viernes Santo. “Es un día sagrado y lo respetamos mucho”.

“Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”

Privado Boutique Rooms es una nueva opción en Cartagena. Rompe todos los paradigmas, ya que desaparecen muchos cargos y funcionalidades de un hotel tradicional, pero conservando altos niveles de eficiencia y servicio.

Un lugar pensado para huéspedes exclusivos cuya prioridad es disfrutar de la comodidad, confort, bienestar y serenidad, entre otros aspectos.

Alberto Llamas Arenas, gerente general de Privado Boutique Rooms y socio del Grupo Empresarial Llamas Arenas- GELA, le dice a El Espectador “Privado es pionero en Colombia de este modelo. El cual busca privilegiar el descanso de los huéspedes en un espacio de alto nivel. Esto permite a quienes vienen a descansar prescindir de espacios que no va a usar como piscinas, restaurantes, entre otros”.

Sostiene que tanto el hotel como los restaurantes son una respuesta a la vocación turística de la ciudad. “Como Grupo siempre estamos mirando cómo podemos aportar y fortalecer la oferta de Cartagena y nuestros huéspedes siempre tendrán una amplia oferta de posibilidades para disfrutar una maravillosa experiencia de alojamiento y gastronomía”

Once eran los apóstoles y once el alojamiento en Privado. Diez boutiques rooms, y una luxury suite, salas de estar y algo muy especial, un oratorio. Todo pasa en la calle del Curato.

“En Privado quisimos dedicar un espacio aún más especial y por eso contamos con un sencillo oratorio con la presencia de la virgen, con sentido de recogimiento y oración. Somos una familia católica y respetuosos de la fe de todos”, afirma Alberto Llamas Arenas, agrega que como grupo empresarial todo lo hace con la bendición de Dios.

El oratorio está en el segundo piso de la casa, una amplia escalera conduce a él. Las baldosas de Pompeya han sido testigo de muchos pasos. Hay abundancia de madera, mimbre, vegetación tropical e iluminación cálida, todo privilegia la tranquilidad.

La virgen está sobre un pedestal, fue traída desde el Brasil y, según las indicaciones de arquitectos y diseñadores, data de 1600. “Igual el valor para nosotros es la fe y lo que nos representa en este oratorio”.

Los días santos para el grupo Gela con sus restaurantes, así como su línea de servicios turísticos, lo primero siempre será Dios, me dice Alberto. “Trabajar con honestidad y compromiso es una forma de rendirle homenaje y dar testimonio de la fe”.

Le pregunto ya para irme por los secretos de Privado, sonríe. “Su silencio, sus espacios agradables, su entorno, la calidez de los colaboradores y el sello de calidad GELA. Le apostamos a que Cartagena siga siendo el lugar preferido de encuentro en Colombia”.

Las Clarisas, entre el amor y otros demonios

Juan Pablo Estrada Uribe, el director de Alimentos y Bebidas del Sofitel Legend Santa Clara, es amable y como siempre está perfectamente vestido de blanco. Me recibe y caminamos al sitio que se conoce como El Coro Lounge Bar. Allí bajamos unas cortas y escaleras.

“Estamos en la cripta en donde García Marqués daría origen a esa maravillosa novela “Del amor y otros demonios”, aquí estaba Sierva María con su larga cabellera cobriza, este hotel está rodeado de historia y mucha magia” me dice mientras prendemos unas velas que dejan ver grueso libro tiene la firma de quienes han bajado.

Subimos y me recuerda que el claustro fue construido en 1621, albergando la Orden de las Clarisas, fue hospital de caridad, cárcel, entre otros momentos y en 1995 se convirtió en el hotel impregnado de art-de-vivre francés.

“Hay dos espacios que nos cuentan historias de aquella época y de todo lo que tiene que ver, digamos con la cultura y la religión católica.” Uno es El Coro Lounge Bar, antes el sitio donde las monjas cantaban en las misas, recuerda que era un convento de clausura y nadie las podía ver”.

El lugar se mantiene intacto como su historia, ahora allí los turistas disfrutan, mientras que una pareja a pedido uno “monjitos”, es el mojito que lleva un vestido de monje, es de los más emblemáticos. Los días jueves, viernes y sábado tienen música en vivo.

Son las seis de la tarde, con Juan Pablo vamos al restaurante insignia del hotel, “1621″. Allí quedaba el comedor de la madre superiora del convento y las novicias.

En nuestro paso se atraviesan dos monjes, caminan y no se ve el rostro, llevan incienso y lentamente van prendiendo las velas que se encuentran en las mesas. Forma parte de las tradiciones y rituales que en el hotel se hacen.

“Estamos actualmente en lo que hoy se conoce como el restaurante 1621, es muy gourmet, solo abre de noche y tiene su inspiración en el vino. Este espacio conserva todavía la historia que trae consigo 400 años de cuando era el sencillo comedor de las hermanas Clarisas. El diseño del lugar sorprende en cada uno de sus detalles: una decoración que rescata su arquitectura colonial y contrasta con un concepto moderno”.

Me habla de la lámpara que ilumina y da vida al restaurante. Fue diseñada especialmente para el 1621 y pone en escena lo natural y el movimiento, integrando figuras como pájaros, flores y ramas. “Son más de 700 piezas elaboradas por artesanos expertos en el manejo del vidrio y el bronce a partir de la técnica de vidrio soplado, obteniendo como resultado una obra de diseño excepcional para un lugar mágico”. Se ríe y me dice, “aquí también estaba la ventana “fisgona” por donde se miraba cómo se portaban las hermanas”.

Sobre la fe y estos días de Semana Mayor, Juan Pablo Estrada dice que el hotel está abierto a todas las religiones. “Hoy en día, tenemos una familia de origen indio, también tenemos algún huésped que son judíos, también hay católicos y algunos que obviamente no profesan ninguna religión”.

Terminamos de hablar y caminamos por donde alguna vez las novicias para estos días santos se confesaron. Es el mismo espacio de Sierva María, donde Gabo escribiría. “Lo esencial no es que tú no creas, sino que Dios siga creyendo en ti”.

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