TORRE DE TOKIO: HISTORIOGRAFíA CREATIVA

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Leer los textos de historia que estudian los escolares de un país para entender mejor su pasado, suele dar resultados dispares en Japón, un país donde historiadores de todos los colores, a la manera de los cocineros de un concurso, deben mezclar, adobar y emplatar los mismos ingredientes. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

El jurado está compuesto por funcionarios del Ministerio de Educación encargados de degustar, discutir y dictaminar si el plato resultante es apto para los jóvenes ciudadanos del futuro.

Cuando a alguien se le va la mano en el azúcar y afirma, por ejemplo, que Japón es “la nación más antigua del mundo”, el jurado le pide acatar el nivel estándar de calorías y escribir “Japón tiene la dinastía reinante más antigua del mundo”.

Hasta hace poco, se rechazaban textos empalagosos a los que se les había añadido ácido carbónico para que produjera en el pecho un chisporroteante amor por la patria.

Es el caso de la editorial Reiwa Shoseki que, según informó el diario local Mainichi, tardó cuatro años en lograr la aprobación oficial después de hacer más de seiscientas enmiendas, entre ellas incluir el período paleolítico y omitir la problemática propuesta de que la historia de la humanidad empezó con la creación del archipiélago nipón por los dioses locales.

Como los colegios escogen sus textos cada abril, la noticia del nuevo texto aprobado estaba todavía fresca cuando, gracias al Instituto Cervantes de Tokio, aterrizaba en Japón el historiador español Alfonso Mateo-Sagasta, estudioso de la humana tendencia a modelar nuestro pasado, decorar nuestros recuerdos y justificar nuestros actos “para ofrecer la mejor cara de nosotros mismos”.

Su libro La oposición, narra el examen de un aspirante a catedrático que escandaliza a sus examinadores negándole a la historia la categoría de ciencia exacta y equiparándola a una creación literaria.

El examinado afirma que estudiar historia era un “entretenimiento de aristócratas” convertido en asignatura escolar en el siglo diecinueve, cuando fue necesario un relato de “honor, pasado, familia y orgullo” para inculcar valor patrio en los soldados de los recién formados ejércitos nacionales.

Que se pueda incluir el adoctrinamiento en el propósito principal de la historia (aprender las lecciones que dejan los errores pasados), ayuda a entender la aprobación de textos nacionalistas como los de Reiwa Shoseki en un país cuyo ejército recupera el prestigio perdido con la derrota de la Segunda Guerra Mundial y vuelve a tener presupuestos masivos para armamento.

La oposición nos obliga a pensar en la desoída frase de George Santayana, “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” y nos previene con una cínica afirmación de Winston Churchill: “La historia me tratará bien, porque yo mismo pienso escribirla”.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

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